martes, 8 de diciembre de 2009

Mit dem Bullen nach Hause

Varios policías haciendo cola para comprar pollo asado en Berlín


Berlín. Noviembre de 2009.


Escoltado por la Polizei hasta casa. Eso es lo que me pasó hace unos días tras ser sorprendido sin billete por unos revisores (vestidos de con ropa de calle) en el U-Bahn (metro) berlinés. Lo peor de todo es que lo podíamos haber evitado, pero claro, a toro pasado es muy fácil hablar. Era por la mañana e iba con Carolina, una colega que tampoco había comprado su billete. Justo mientras hablábamos de los temidos revisores, Carol se percató de la presencia de 2 de ellos en el vagón posterior al que ocupábamos nosotros. Los pudimos ver por la ventana de cristal que hay al final de los coches del metro. Decidimos bajar en la siguiente parada ya que si no nos iban a pillar seguro. Al pisar el andén me percato que somos los únicos que nos bajamos en esa estación. Los revisores, instantes más tarde, también salen del tren y apuran la sirena que indica el cierre de las puertas antes de entrar en el vagón del que salimos Carol y yo. Aquí es donde nos equivocamos. Tras comprobar cómo se volvían a montar en el metro y disponerse a pedir billetes a diestro y siniestro, nosotros, en vez de esperar al siguiente tren nos subimos de nuevo al mismo, pero un vagón más allá de donde lo han hecho los revisores. Pensándonos a salvo nos bajamos en la siguiente parada y tras bajar al andén nos asaltan los revisores cortándonos el paso con los brazos en cruz y pidiéndonos los respectivos billetes. Me dan ganas de decirles que lo acabo de tirar, pero sólo les digo que no tengo.


A partir de ahí, estos cazadores de polizontes parece que empiezan a disfrutar de su trabajo. ¡Han pillado un presa! Bueno, dos. Nos piden los 40 euros de multa con vehemencia. Parece que su sueldo dependiera directamente de que pagues en el acto. Como no pagamos amenazan con llamar a la Polizei, como si su presencia fuera a llenar mis bolsillos con el dinero que nos reclaman. Y con aires de policía secreta barata, los revisores nos conducen a una sala situada en el mismo andén, donde comienza la parafernalia burocrática que tanto gusta en Alemania.


En el cuartito intentamos omitir sin éxito la mayor cantidad de datos que nos identifiquen, pero se salen con la suya y les doy casi hasta mi talla de calzado. En seguida llegan dos agentes de policia. Con sus trajes verdes de aspecto pre-caída del Muro. Uno de ellos, a penas ha entrado en la habitación y se enciende un pitillo como si hiciera un siglo que no fumaba. Nos preguntan si escondemos armas y/o objetos punzantes antes de proceder a registrarnos a nosotros y a nuestras pertenencias. Al haber intentado de alguna forma hacernos los tontos nos tratan como tales. Intentan hacernos comprender que nos han puesto una multa por no pagar el billete de metro y que debemos pagarla antes de 10 días. Y que al usar el transporte público hay que pagar. Pagar, pagar, pagar!!! Yo les digo que si no tengo 2,10 euros que cuesta el billete sencillo, difícilmente voy a tener 40 para la multa, pero que algo se me ocurrirá. Parece que se quedan preocupados por mi precaria situación económica, pero creo que solo es una impresión. Me explican que al no tener ningún documento que me identifique, los policías deben acompañarme a casa para comprobar que no les he dado gato por liebre sobre mis datos.


Carol sí tenía su documento de identidad y no me puede acompañar en tan peculiar paseo en coche patrulla. Abro la puerta trasera y me siento en el lado de la derecha, apartando antes una gorra de policía que ocupaba mi sitio. Un agente se monta detrás conmigo y el otro conduce. Le digo mi dirección, como si se tratase del taxi más barato en el que he montado. En un par de cruces resuelvo las dudas del que conduce y le indico que "por ahí también podemos ir, que es más corto".


Durante el paseo, me preguntan por mi vida en Berlín. Me dicen que haga todo lo ya he hecho para encontrar trabajo o vivir del estado. Esto último me sorprende, que la propia policía te anime a solicitar las ayudas sociales que ofrece el estado alemán. Y yo pensaba que a los alemanes de pura cepa no les hacía ni pizca de gracia que los extranjeros disfruten de este tipo de ayudas. Otro prejuicio que tenía y que he eliminado gracias a estos agentes de la ley, que me animan a chupar del bote. Llegamos a mi calle y estoy algo más que confuso. Salimos del coche patrulla y subimos. Abro la puerta del piso con los 2 colegas a mis espaldas y antes de darme cuenta los tengo en el umbral de mi habitación. Vuelve esa mezcla de asco y odio. Les doy mi pasaporte a uno y mi DNI al otro, para que no discutan. Asienten con la cabeza y me desean mucho éxito mientras salen del piso y bajan las escaleras. No doy portazo porque aún me queda algo de educación y vergüenza. Solo pienso que la policía de mi país podría aprender algo de esta gente, aunque por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda.

3 comentarios:

  1. joer tio eres un rebelde incomprendido....
    Puta pàsma tronko abajo con el sistema arriba la anarquia

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  2. jajajaj que tonto eres lukitas!
    volverte a subir en el tren....aiiiii.
    te veo en brevas!

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  3. Buenas tardes Taki,
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    Espero que te motive el proyecto que iniciamos el mes pasado con tanta ilusión. Échale un ojo y Mientras, no dudes en escribirme para conocer más detalles.
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    Responsable Comunicación Paperblog

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