Volví a salir para comprar otra cerveza barata en una tienda cercana. Cuando volví al murete con mi botella llena me encontré con otro grupo de españoles. Esta vez sí que entendía lo que hablaban. Comentaban anécdotas varias con la policía en España y sobre sus experiencias en Alemania. Parecía que no se conocían todos entre sí, pero hacían piña. Tras un rato poniendo la oreja, uno de los chicos me preguntó si estaba solo y me invitó a acercarme al grupo, a lo que accedí gustoso.
Tras constatar que este mundo es un pañuelo (el chico que me preguntó si estaba solo, conocía al hermano de Berta, mi jefa en Berlín) y escuchar desde fuera como los teloneros ya habían empezado, decidimos entrar al concierto. La sala estaba ya bastante llena, pero frente al escenario se guardaba, la bautizada por mi como, Distancia Alemana. No podía creerlo, como en un concierto de Punk, con la sala bastante llena se mantuviese esa estúpida distancia entre público y escenario. Aproveché el hueco para hacer unas fotos. El cantánte, descendiente directo de Satanás, era una mezcla del cantante de Prodigy, Keith Flint, y del de Green Day, Billie J. Armstrong. A penas vi la mitad de su repertorio, pero no sonaban del todo mal. Cuando terminaron, los técnicos invadieron rápidamente el escenario y montaron el equipo del grupo español antes de hacer la última prueba de sonido con cada instrumento y micrófono. La Distancia Alemana empezó a desaparecer con la llegada de los fieles de S.A. que habían apurado fuera del local sus cervezas previas al concierto. Todo está listo y Soziedad Alkoholika aparece en el escenario, con su vocalista Juan presentándose y saludando al público en un alemán de lo más decente.
Para este momento, el cantante de los teloneros ya estaba en primera fila con el resto de incondicionales del grupo vasco. El concierto no defraudó a ninguno de los presentes. Todo fue rodado y los saltos y empujoes de las primeras filas no dejaron de ir en aumento conforme pasaban las canciones. El escenario no era muy grande y la sala tampoco, por lo que la euforia de público y músicos hacían del lugar una holla a punto de estallar. Estos conciertos en salas pequeñas, en los que la banda está tan cerca de los parroquianos, te ponen los pelos de punta y la carne de gallina. Es un tópico, pero es verdad. Son especiales, tanto para los asistentes como para los músicos. Es como el teatro, donde los actores perciben perfectamente las reacciones de los espectadores ante la obra. Hay una conexión directa. Y tan directa, pues uno de los chavales más alterados de la primera fila movió varias veces, impulsado por la maravunta a sus espaldas, los altavoces que se ponen al principio del escenario para que se escuchen los propios músicos. Menos lágrimas hubo de todo. Poca sangre y mucho sudor. La sangre fue de otro energúmeno al que seguro que su madre le advirtió antes de ponerse el pendiente en la ceja.
-Hijo mío, que como alguien te enganche de ahí...
Y como las madres siempre tienen razón, en el concierto de Soziedad Alkoholika, el susodicho se enganchó de algo o de alguien y a tomar por culo pendiente. El sudor ya se puede imaginar cada uno de donde viene, de partes varias....
El resto os lo podéis imaginar los que hayáis estado en un concierto de Punk. Y los que no hayas estado en ninguno ya tardáis en ir al siguiente que haya en vuestra ciudad, pueblo o aldea. Que esta música llega a todas partes.
Solo me faltó la peña de Estella, pero estando en la capital de Alemania era demasiado pedir... Cervezas y porros!!!
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